LAS ACTIVIDADES AGROPECUARIAS

El paso de los carthagineses por el Campo de Cartagena dejó la importante huella que era de esperar de un pueblo con alta cualificación en las actividades agropecuarias, y en donde encontraron la familiar tríada mediterránea compuesta por el trigo, la viña y el olivar.

Quart-Hadast, como su homónima norteafricana, debió disponer de un amplio territorio en su hinterland próximo para el suministro agrícola y ganadero de la urbe. La mano de obra no especializada fue desempeñada mayoritariamente por esclavos, según la inhumana costumbre que se extenderá hasta la Edad Media.

El hábitat de las gentes del campo, llamada por los carthagineses magalia o mapalia, eran chozas o cabañas construidas con ramas de árboles y canas, en ocasiones de forma circular o cónica.

Los dos cereales cultivados de forma extensiva por los carthagineses fueron el trigo y la célebre cebada tremesina de Cartagena, de gran rentabilidad. En épocas de malas cosechas y altos precios, se sustituían los cereales por las bellotas. Cuando los romanos tomaron la ciudad, encontraron en sus pozos, putei, tres millones de litros de trigo y dos millones de cebada.

En cuanto a los útiles para la labranza, los carthagineses utilizaron los mismos que los de época mesopotámica y egipcia. El arado oriental fue evolucionando de acuerdo con las experiencias de su uso hasta cristalizar en el tipo mediterráneo conocido como arado romano aratrum. El modelo más antiguo estaba constituido por un tronco de árbol curvado o flexionado artificialmente, que adoptaba forma de báculo para terminar en una de hierro. Tiraban de él uno o dos bueyes. El tipo de arado utilizado por los carthagineses, parece tener análogos orígenes a los de Israel. El arado provisto de ruedas fue más tardío y tubo gran aceptación en el centro de Europa, por ser más apropiado para tierras más húmedas.

Arado mediterráneo

Los carthagineses, inventaron el plostellum punicum, trillo mecánico o máquina para batir el grano. Consistía en un chasis de madera, semejante a la típica narria castellana, al que se le adaptaba cierto número de cilindros en su parte inferior guarnecidos de afilados dientes. Estos cilindros, batían el trigo y hacían salir el grano de la espiga al rodar sobre el cereal, arrastrado por dos animales. La operación la facilitaba el peso del conductor, sentado en una especie de silla instalada sobre el bastidor.

A continuación de los cereales iban en importancia la vid, la higuera y la palmera datilera. Todos estos cultivos, fueron tratados con extensas plantaciones por los carthagineses, incluyendo también el olivo. Se debe a los carthagineses la introducción del granado.

En la mítica historia de Dido, legendaria fundadora de Carthago, es el hallazgo de una palmera, junto a la que debía yacer la cabeza o prótomo de un caballo, el mensaje que le determinaría el solar donde construir la Quart-Hadast o nueva capital fenicio-púnica. Ambos símbolos, palmera y caballo, aparecen entre otras representaciones en las monedas carthaginesas, y en el caso de Cartagena, ha llegado a construir el emblema antiguo de esta ciudad.

También destacaron otros cultivos como los del almendro, el nogal y los perales. Las verduras también ocuparon destacado lugar, como las berzas, ajos, cardos y legumbres, como la lenteja. La cera púnica fue famosa, exportándola en pequeñas ánforas.

Además del esparto y el lino, la madera fue también objeto de exportación por el puerto de la Cartagena púnica, ya que hallaron los romanos a su conquista grandes depósitos de ella en los almacenes portuarios.

La ganadería: se deben destacar las especies de origen africano que circunstancialmente trajeron a la península ibérica, como los elefantes, por motivos puramente militares en este caso, y aquellas nuevas especies que introdujeron aquí o unieron a las ya existentes, mejorando en muchos casos las razas.

Los carthagineses sustituyeron definitivamente los elefantes orientales, principalmente indios, por la especie africana Loxodonta africanus, de mayor tamaño, con altura de 3,5 metros en cruz, cabeza maciza con grandes orejas y dos lóbulos en la extremidad de la trompa. Sus defensas, con un peso que puede llegar a los 70 Kg. son troncocónicas y huecas. La presencia en el Sureste del Kaisar, como llamaban los púnicos al elefante, no era extraña en el paisaje porque ya habían habitado en él lejanos antepasados.

El camello, siguió siendo para ellos un imprescindible medio de locomoción en los desérticos parajes norteafricanos, pero su utilización en la península, salvo en movimientos del ejército fue más bien limitada.

Por el contrario, el caballo, objeto de casi veneración por los púnicos, fue objeto de un interesante estudio por Magón. La cabaña ibérica durante el dominio púnico no sólo conservó la importancia que le atribuyen las fuerzas clásicas, sino que obtuvo mejoras de raza mediante cruces con ejemplares importados por ellos.

Las ovejas de lana roja, fueron indudablemente la parte más importante de esta ganadería que contribuyó a la economía de la región en la doble vertiente del abastecimiento de carne y del suministro de lana para la industria textil.

El ganado vacuno ocupó un importante lugar en la ganadería ibérica, así como el cerdo ibérico, cuya crianza y consumo llamó asimismo la atención de los autores clásicos. No obstante, quizás la abstención de comer carne de vaca y de cerdo por parte de los semitas, pudo ser la causa de la baja de consumo de esta carne experimentado en este período. El buey compartió con el caballo la más destacada representación de esta cabaña ibérica.

Las representaciones carthaginesas y romanas de Carthago, nos ofrecen multitud de representaciones de los animales que surtieron sus cocinas: conejos, liebres, jabalíes o venados, en cuanto a animales de caza, y gallinas, palomas y demás especies domésticas en las de corral.

Estelas con dibujos del ganado


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Asoc. Cultural Mastienos, Cartagena. 1999-200