El contexto cultural ibérico en general y el del sureste en particular no nos indica que hubiese una sociedad que dispusiese de un ejército convencional para la época. El hombre ibérico no está equipado para el combate, y su sociedad no se siente beneficiada y guarnecida por un ejército. Aunque es cierto que dispuso de un armamento, y en Turdetania y una amplia zona entorno a lo que fue Carthago Nova la tecnología y tipos armamentísticos son inmejorables.
ARMAS
- Los íberos como mercenarios: los pueblos de las fachadas oriental y meridional de la península debieron padecer, en especial a lo largo del I milenio a. C. continuas batidas que tenían como finalidad la captura de mano de obra para las explotaciones y para formar parte de los auxilia o mercenarios que batallaron a lo largo de estos siglos en el Mediterráneo.
Ya en el 480 a. C. aparecen los primeros testimonios de mercenarios ibéricos en el ejército púnico. Esta actividad es llevada a cabo por estos pueblos durante mucho tiempo, y en el 262 a. C. los carthagineses reclutan iberos preferentemente, porque los consideran mejor dotados para la lucha. La fase del derrumbamiento del poderío militar carthaginés pone de manifiesto la importancia del ejército mercenario ibérico en todos los escenarios de la contienda.
- La falcata: es la falcata, ensis falcatus o sable curvo, el arma más característica y que más controversias ha originado en todas las empleadas por los iberos. Estaban forjadas de hierro de gran calidad y dureza. En los fuertes sablazos, la falcata podía doblarse en el primer tercio de la hoja, donde el arma es más delgada y por tanto más débil. Al ser hierro forjado y batido, podía ser enderezada presionando con el pie la hoja que indudablemente terminaría en punta aunque no fuese un arma para pinchar sino más bien para tajar. Para clavar o dar estocadas, era más apropiado el tipo de gladius hispaniensis.
El origen de la falcata, hay que buscarlo en el Mediterráneo oriental. La llegada de mercenarios iberos a Grecia en la guerra entre espartanos y beocios pudo dar lugar a la adquisición de este modelo de arma.
Hay varios tipos de falcata. El primero, tiene la empuñadura con arco en forma de cabeza de ave con pico corvo. El tercio superior de la hoja mantiene también fijo en la parte del lomo. La empuñadura lleva cachas de madera, asta o marfil decoradas. La longitud total es de 560 mm con una anchura máxima de hoja de 60 mm.
El tipo de falcata con empuñadura en forma de cabeza de caballo carece de doble filo en el tercio inferior, teniendo el lomo biselado. La empuñadura la integran una serie de placas metálicas superpuestas y sujetas con remaches con profusión de relieves y damasquinado. La parte central de la empuñadura suele ser de hueso u otro material y con decoración. El frente de la empuñadura, con cabeza de caballo, se prolonga mediante una barra hasta la base de la hoja. Esta barra suele ser sustituida por una cadenita o una trenza de alambre de cobre que hace que quede cerrada la guarda de la empuñadura. La longitud total de este tipo de falcata suele ser entre 43 y 63 cm.
En cuanto a la vaina de la falcata, estaba fabricada de finas tablas que seguían la forma de la hoja, contorneadas por una media caña metálica sujeta con remaches a una lámina que formaba la boca. En el vértice una contera protegía de los golpes y dos abrazaderas transversales daban consistencia a la funda forrada de cuero, posiblemente repujado o pintado. Las abrazaderas, llevaban sendas anillas con las que se sujetaba al tahalí de forma conveniente.
- El puñal: ese tipo de arma deriva de las espadas cortas de hoja recta. Llega un punto en que no se puede discernir si el arma es espada o puñal, porque la tipología no varía, tan sólo las dimensiones, y no mucho.
Hay varios tipos de puñales: los antenae, armas funcionales y bien proporcionadas (20 cm de hoja) difundidos en la Meseta y frecuentes en el área propiamente ibérica; y los puñales de hoja corta y gruesa de nervios múltiples y paralelos. Estos últimos son más netamente ibéricos, y tienen una hoja de unos 20 cm de longitud y 3.5 cm de ancha. Parecen derivar del tipo de antenae.
- Antenae: la espada de antenas no es usual en la cultura ibérica. Casos aislados de hallazgos nos muestran que eran armas conocidas entre ellos. De todos modos, fue arma usual y frecuente en el área septentrional de la Meseta.
Podemos distinguir dos tipos: en el primero, la espada de antenas está integrada por una hoja de considerable longitud (unos 58 cm), con nervaduras, punta en ojiva y espiga plana para aplicar las cachas. El puño está formado por dos placas metálicas más largas que la espiga. Entre la espiga y las placas, van sendas piezas de hueso, asta o madera; el segundo tipo, es la espada corta de antenas, que tiene una longitud total de 33 a 47 cm con una longitud de hoja de 22 a 36 cm. La empuñadura es más simple que la anterior, con paralelos en los puñales. Tiene una hoja que sigue las tradiciones técnicas y estética de las series de acanaladuras.
- El cuchillo afalcatado: es un instrumento de carácter netamente funcional. Su afilación como arma ofensiva viene dada por su aparición en los conjuntos de armas en tumbas de guerreros y sobre todo el haber sido hallados adheridos por el óxido y sujetos por abrazaderas a las vainas de las espadas de la Meseta junto a puntas de faláricas, trágulas, lanzas y regatones de repuesto que el guerrero llevaba de esa forma.
Este cuchillo afalcatado, tiene claros precedentes en la primera edad del hierro europea. Aparece tanto en la Meseta, en Portugal y en toda la zona ibera. Hay varios tipos: uno con un filo relativamente recto y lomo en ángulo hacia los dos tercios de la homa; otro tipo, similar al anterior, con lomo en ángulo, pero con el filo cóncavo, sinuosos que evoca el de la falcata; el tercero, tiene las líneas del lomo y del fijo sinuosas, como la hoja de la falcata y con el mismo tipo de curvatura; el último modelo, el de podón, es de hoja más ancha y resistente que la de los tipos precedentes. El puño es recto pero la hoja adopta la forma de media luna, describiendo un cuarto de círculo.
La empuñadura en todos estos tipos, debió ser de madera en la mayoría de los casos, siendo en las piezas más cuidadas de hueso o marfil, de igual modo que en la falcata.
- Lancea y jabalina: las armas aguzadas con asta tienen una larga pervivencia y gozan de un notable arraigo en las culturas del Mediterráneo. El exvoto guerrero más usual entre los griegos, era la lanza, y la ofrende más honorable a un guerrero caído lo era igualmente.
Entre los iberos este tipo de arma de asta larga, fue frecuente. Está compuesta de una hoja plana, amplia y foliforme, generalmente con nervadura central, que se prolonga en un tubo cónico cuya función es embutir el extremo del asta de madera, al que queda sujeto por uno o más clavos transversales. El asta, debió ser de pino o abeto y cilíndrica. Tipos de lancea: había una compuesta por una gruesa nervadura central de sección cilíndrica, maciza, decreciente y rectilínea hacia la punta. El tubo de enmangue, sólido y en prolongación es hueco hasta el inicio de las mesas; otro modelo es el que posee un grueso enmangue tubular que se estrecha y maciza en el arranque de las mesas para casi en paralelo, prolongarse hasta la punta. Las mesas, muy estrechas, no sobresalen casi de la prolongación ideal del tubo de enmangue; el tercer tipo, es el de hoja con sección romboidal aplastada. La nervadura desaparece quedando como línea de bisel. En este tipo, aplanado, la nervadura central ha evolucionado dando lugar a una hoja de cuatro caras, dos a dos, extremadamente plana; el último tipo de lanza, es de características similares a la anterior pero de sección lenticular y perfil fusiforme muy aplanado.
En cuanto a las mesas, si bien el tipo más corriente es el de hoja de sauce, hay tendencia hacia la hoja de mesas paralelas, lados rectos tras el ensanchamiento y convergentes hacia la punta o simplemente de perfil rectilíneo. Los tubos de enmangue, van decorados con adornos y damasquinados y en general van abiertos longitudinalmente, cerrando un anillo o arandela de bronce la boquilla sobre el extremo del asta.
- La falárica: la jabalina va a ser la más contundente arma ofensiva de los iberos. Es un arma corta, ligera y apta para ser arrojada a gran distancia, siendo en gran medida sustituta de la flecha tirada con arco, que no es usual entre los iberos.
- La trágula: es la jabalina o lancea ligera arrojadiza utilizada por la caballería. Con la denominación de trágula, se engloba un tipo de armas, o mejor, útiles, con la forma de jabalina pero utilizadas como arpones de pesca y como instrumento agrícola a modo de plantón con mástil largo.
- El gaesum: consiste en una larga barra de hierro forjado en la que la parte central es más gruesa (con un estrechamiento central cilíndrico para empuñar) que decrece gradualmente hacia los extremos. Uno de estos extremos, termina generalmente en una pequeña hoja de lanza, con o sin aletas, y a veces con unas molduras bajo la hoja. El otro extremo tiene una terminación puntiaguda, de sección circular, y da a este extremo una apariencia similar a la de las lanceas y faláricas con regatón aunque más estilizadas.
- El aumentum: es una especie de impulsor cuya función era imprimir una mayor velocidad y alcance al arma arrojadiza. Este impulso lo proporcionaba al tener un mejor punto de apoyo a la mano en el instante de propulsarla o bien por constar de una correa que, al envolver en sentido helicoidal el asta, le imprimía un giro al arma arrojada. Esto originaba mayor velocidad y puntería al vencer mejor la resistencia al aire.
- El scutum: es el escudo del que eran portadores los scutati, grande oblongo, a veces rectangular, empleado por los celtas y por los galos. Son elementos de adquisición tardía dentro del ajuar del guerrero ibérico. El scutum, parece implantarse en la península posiblemente a fines del siglo III a. C., con la llegada de los romanos. El scutum, es el elemento defensivo ideal para el infante, ya que protege el cuerpo, quedando totalmente envuelto ante los proyectiles lanzados por el enemigo. Estaba hecho con un amplio tablero rectangular de tablas delgadas. Unidas con cola de animal, iban recubiertas de un lienzo al que se pegaba un cuero de becerro. Todo este armazón, estaba trabado por un reborde metálico que además protegía y reforzaba el escudo. En la parte central, llevaba un refuerzo metálico que se engrosaba formando el umbo.
- La caetra: es el escudo circular, pequeño con un asidero y en su superficie una umbilicación central que fue característico de los iberos. Es similar en forma y estructura al escudo griego, pero de menor tamaño.
- El casco: deriva de los gorros y capacetes de fibras textiles o de cuero que usualmente fueron utilizados como abrigo y protección de la cabeza. Hay varios tipos: el primero de ellos, es el casco semiesférico confeccionado en bronce batido de chapa muy fina (unos 0.5 mm). En su parte superior adopta forma de ojiva o ligeramente cónica. Está rematado por una virola troncocónica o bitroncocónica a veces decorada a modo de piña mediante una labor incila. Un orificio en la parte superior de esta virola permitía embutir en la misma la cimera o plumero. La parte inferior tiene un reborde en forma de visera en donde la calidad de la chapa ha sido mejorada en su grosor.
El segundo tipo de casco, es semiesférico, en forma de capacete de bronce, rematado por una virola del mismo metal. No lleva charnelas de ningún tipo. Otro tipo de casco, es el troncocónico con virola o con carrilleras de charnela de barra. También existe un casco que fue muy usado. Es el hemiesférico con cerco a modo de turbante. Debió ser una variante de ejemplares de casco metálico y confeccionado de cuero, esparto u otro material similar. El último tipo de casco es el que tiene guardacuellos completo. Casi siempre lleva cimera.
- La coraza o lóriga: el guerrero ibérico protegía su cuerpo de las armas ofensivas del enemigo cubriéndose con una vestimenta apropiada contra ellas. Hay varios tipos: las confeccionadas con plumae metálicas al modo de las corazas itálicas; las lórigas, que parecen estar confeccionadas a base de bandas elaboradas de fibras rígidas; otro tipo de lóriga consistente en una serie de bandas horizontales desde la altura de las axilas hasta la cintura, altura en la que dejan paso a una serie de escamas a modo de plumae; otro tipo de lóriga, es la embutida en una gruesa casaca, con la cintura ceñida por una gruesa faja o cinto; también hay lórigas con gruesos tirantes superpuestos; otro tipo de coraza son los discos coraza, que consisten en dos grandes placas circulares de unos 20 cm de diámetro, sujetos por cadenas y plaquitas de forma que, acoplados al tronco del guerrero, queden uno como peto y el otro para espaldar, ceñidos sobre una casaca.
- El sagum: es una prenda gruesa, a modo de capote, confeccionada con la lana oscura típica de las ovejas de iberia y que fue adoptada en amplios sectores de la península. Su empleo más frecuente fue en las áreas de clima más riguroso. Resultó una prenda muy práctica, sobre todo para defenderse del frío.
- Las placas de cinturón: entre los elementos más significativos del atavío del guerrero ibérico se hallan las hebillas o placas de cinturón. Por su función específica de protección de la región abdominal pueden ser consideradas como parte integral de la lóriga. Así, completan la solidez defensiva del tronco y con el ancho cinto correspondiente, guarnecen la cintura del combatiente. La mayoría son de cuidada fabricación, lo que las convierte en auténticas obras de metalistería.
Las placas de cinturón existentes se agrupan tradicionalmente en tres grandes apartados: placas de cinturón tartésica (de bronce, formada por dos piezas rectangulares machiembradas por medio de garfios), placas de cinturón de tipo romboidal (piezas triangulares, de vértices redondeados, con remaches de sujeción a la correa y con apéndice terminal vuelto en garfio) y placas de cinturón de tipo rectangular (consisten en dos placas rectangulares. Una de ellas, la más alargada, lleva en la cara interna una uña ancha que puede ser enganchada en una ranura de la placa menor. El fundamento de enganche es similiar al de muchos de los actuales cintos castrenses).
En cuanto a los cinturones metálicos, un tipo de características especiales es el que consiste en un aro de metal con broche. Está compuesto por placas unidas por bisagras de barra con cabeza esferoidal. El cinturón cerrado es de unas dimensiones muy escasas, lo que nos indica que debieron llevarlo individuos delgados o extremadamente ajustado.
- Las monturas: el caballo fue valorado en gran medida por las sociedades ibéricas no sólo como una propiedad de considerable valor y como signo de ostentación, sino también lo fue como elemento fundamental en sus actividades cinegéticas y bélicas. La relevancia del jinete guerrero sobre su corcel, la corrobora el notable número de cecas monetales que tienen como tema predilecto de los reversos el jinete armado sobre caballo galopando. Son múltiples los testimonios de los textos antiguos que hacen referencia a los caballos ibéricos, a su resistencia y a su brío. Se les compara con los mejores caballos conocidos en el antigüedad, como los norteafricanos y los parthos, y se hace referencia a los estimados y numerosos que eran los équidos entre las poblaciones iberas y en general peninsulares.
La riqueza y decoración de los atalajes del caballo iban en consonancia con la del jinete que lo montaba. El caballo debió tener un gran valor para los iberos, y los hallazgos arqueológicos indican una cierta mitificación de estos animales.
Las representaciones monetales ecuestres nos presentan jinetes en silla, aunque en muchos casos el caballo lleva cabezal y ramaleras. En cambio las representaciones pictóricas son más ricas en detalles, y en ellas se pueden apreciar perfectamente elementos como sillas elementales, mantas, cinchas, cabezales y gamarras ricamente decoradas, así como originales parasoles, borlas, flecos y campanillas pendientes de los atalajes.
Especial mención merece el tipo de bocado con el que se controlaba al animal. Es el tipo dimple de barra denominado bridón o filete que quedaba enmarcado por un cabezal muy similar al que aún se usa actualmente. Este tipo de brida o bocado no ejercía de palanca en la boca del animal, sino que la tracción de las riendas por parte del jinete presionaba la comisura de los belfos obligando al animal a bajar la cabeza. En los extremos, donde se insertan las riendas, lleva este tipo de brida unas piezas laterales, las alas, de distintas formas y que evitan el desplazamiento de la barra hacia los lados.
Sobre tan notables monturas, los iberos se convirtieron en buenos jinetes, y esta caballería fue de gran efectividad por su grado de adiestramiento, pero sobre todo por su particular adaptación a la especial orografía en la que habrían de moverse.
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Asoc. Cultural Mastienos, Cartagena. 1999-2002