LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO

Con la liquidación de las contiendas civiles en el 31 a. C. tras la victoria de Octavio en Actium, se inicia la llamada paz romana, durante la cual alcanzará el Imperio las más altas cotas de poderío y desarrollo.

El aumento de la producción agrícola, el auge de las actividades minero-metalúrgicas y talleres artesanos, la industria pesquera, etc..., unido todo ello a la seguridad alcanzada en el tráfico marítimo con el cese de las contiendas navales y actos de piratería, llevarán a Carthago Nova el cenit de su opulencia.

Este período de prosperidad fue continuado por Septimio Severo con su proclamación como emperador de Roma. Pero las continuas amenazas fronterizas, supondrán un constante desgaste, un progresivo aumento de los gastos militares, con lo que se aceleró la crisis económica. Las devaluaciones monetarias, confiscaciones de bienes o la dura exacción de impuestos no lograrán superar esta peligrosa coyuntura. La gran masa de pequeños industriales y agricultores, no están ya en condiciones de soportar tan dura presión fiscal y deben optar entre la quiebra o ser absorbidos por un poderoso dominus o magnate del comercio de la industria.

Septimio Severo, emperador romano de orígen norteafricano

Grandes masas de pueblos procedentes del norte y centro de Europa se mueven por las proximidades de los territorios clásicos e intentan la penetración en ellos, unas veces impulsados por la necesidad de conseguir víveres con los que alimentar a sus guerreros y familiares que llevan tras sí, y en otras ocasiones acuciados por el botín que les ofrecen las riquezas de una civilización muy superior a la suya. Así los bárbaros, fueron considerados por los romanos como una especie de plaga enviada como castigo por sus maldades, concepto que se acentuará a partir del siglo IV.

No obstante, las migraciones germánicas, no fueron plenamente responsables de la destrucción de Roma, herida ya de muerte por los problemas internos. Por el contrario, la integración de algunos pueblos, como los godos, les permitió prolongar su existencia frente al peligro exterior, si bien el desarrollo gótico dentro del mundo romano irá minando su personalidad. Estos pueblos germánicos, se asentaron hacia el 230 en torno al Rin, y al Alto Danubio. Fracasados sus intentos de penetración en el mundo romano, se situarán junto a las fronteras.

Roma, por su parte, continuará esta lucha secular por su supervivencia, y será Alejandro Severo, último emperador de esta dinastía, el que lo intentará con la reimplantación del principado y el establecimiento del procedimiento senatorial, viéndose frustrados estos proyectos por su asesinato en 235 d. C. Tras su muerte, se abre un largo período de anarquía militar que durará en la primera fase cerca del medio siglo y que sólo será interrumpido por la enérgica y planificada acción de Diocleciano en 284.

La inseguridad fronteriza, generadora en gran parte de esta situación, continúa de marea alarmante. En el 245 se produce un ataque de los francos sobre el Rin; cuatro años más tarde invaden Dacia los godos; en 260 los romanos sufren una fuerte derrota en Oriente viéndose desplazados a la otra orilla del Éufrates. Roma sufrirá la humillación de ver prisionero a su emperador Valentiniano.

Claudio II (268-270), frenará durante diez años la presión de los godos, defendiendo las Termópilas contra otros ataque bárbaros. Aureliano conseguirá rechazar a los alamanos en el 271, continuando la política de reforzamiento de fortificaciones en las grandes urbes del Imperio, que habrán de ofrecer su máximo testimonio en el recinto de Roma que lleva su nombre. La zona situada entre el Rin y el Danubio, es evacuada por las legiones romanas en el 275, y un años después, se extienden los ataques bárbaros a todas las fronteras del mundo romano.

El régimen reformista de Diocleciano, que llegará hasta el 305, supondrá un punto de inflexión en la curva de progresiva degradación del Imperio romano, creando el polémico sistema bicéfalo (dos augustos con facultades decisivas en todo el ámbito del Imperio), si bien las correspondientes zonas de directa influencia empezarán a conformar la futura división del territorio entre Oriente y Occidente. Este sistema funcionará a lo largo del reinado de Diocleciano.

Áureo emperador Diocleciano

Dotará al Imperio, de los medios y capacidades de movimiento que le permitirá intervenir con éxito en los frentes del inmenso perímetro fronterizo romano. Para financiar el elevado costo de este proyecto pospuso la elevación de los impuestos vigentes o la creación de otros nuevos y el aumento de la producción, confiriendo carácter obligatorio al cultivo del agro. Recuperó así las tierras abandonadas adscribiendo a los colonos a ella, anticipándose al sistema medieval de la gebla. Preconiza también el procedimiento de evaluación global de impuestos, adjudicándole a cada grupo o gremio una determinada cuota que obliga a los contribuyentes a ampliar el número de afectados por la exacción para reducir el costo o aportación individual.

El plan de Diocleciano, consistió en fijar en las fronteras contingentes militares permanentes, sustituidos a veces por asentamientos de pueblos guerreros aliados de Roma. Otros grupos de reserva (comitatenses), se destinaban a taponar las brechas abiertas por el enemigo. Dicho plan permitió a Roma conservar la integridad territorial durante todo su mandato, y la infraestructura administrativa creada por él, permitiría cubrir el vacío político y cultural que produciría la caída del Imperio romano.

Pero sus sucesores, serían incapaces de conservar esta organización del Estado después de su muerte, provocando el estallido de una nueva guerra civil al siguiente año. Finalizará Constantino la contienda, quien gobernará asistido por Majencio desde el 306. En el 324 se erige Constantino emperador único, concentrando en sus manos los poderes político y religioso. La fundación de Constantinopla en el 330, será el símbolo del nuevo Imperio cristiano.

Durante el gobierno de Constantino se producirá la primera integración en el Imperio de pueblos bárbaros, reclutándose tropas en los territorios fronterizos, que serán puestas al mando de los comites o condes. Se iniciará con ello un proceso político-cultural, en el que estos pueblos, darán origen a las naciones de la Europa actual. La guerra fronteriza reaparece otra vez, tras la muerte de Constantino, y en ella morirá el emperador Valente.

Áureo Constantino

Teodosio ocupa el puesto de su padre, Valente, en la zona oriental del Imperio (379). Trató de paliar el conflicto religioso existente renunciando al título de Pontifex Maximus, dejando el camino libre para que la Iglesia cristiana llegara a ser la religión del Estado. Ante la constante presión de los bárbaros y el consiguiente desgaste que sufren las legiones romanas, negocia la paz con los godos en el 382, convirtiéndoles en foederati del Imperio, para asentarlos en la cuenca del Danubio y en las llanuras balcánicas.

A la muerte de Teodosio en el 395, se romperá de nuevo la unidad del Imperio al repartir el territorio entre sus dos hijos, correspondiendo a Arcadio la zona oriental y a Honorio la occidental. El vándalo Estilicón, tutelará el gobierno del adolescente Honorio, enfrentándose con habilidad y firmeza a los numerosos conflictos planteados durante este reinado, pero finalmente las intrigas de la aristocracia provocaron su muerte en el 408.

Como anticipo de fatales acontecimientos para el Imperio romano, penetra en Italia en el 401 el rey visigodo Alarico. En el 406, los vándalos, suevos y alanos cruzarán el Rin para invadir las Galias para hacer lo mismo en el 409 con la Península Ibérica.

Uno de los usurpadores surgidos fue Constantino III, el cual se hizo dueño de las Galias, y envió a la conquista de Hispania a su hijo Constancio, al frente de un heterogéneo ejército integrado por mercenarios bárbaros. Consiguieron forzar los pasos de los Pirineos, pero el afán de botín, indujo a desguarnecer esta frontera, facilitando la invasión bárbara. Mientras tanto, los visigodos progresaban hacia el sur de la Península Itálica y, rotas las negociaciones con Honorio, se producirá la caída y saqueo de Roma el 26 de agosto del 410.

Los invasores germánicos se extienden por la diócesis hispana, y serán los alanos, pueblo de origen iranio, los que ocupen parte de la Lusitania y la Carthaginense, dejando libre la Tarraconense, que será ocupada por los visigodos en el 414. Parece ser que le llegó a un acuerdo con las pueblos invasores para poner fin a sus incursiones por el interior de la península, fijándoseles asentamientos en los que pudieran convivir de acuerdo con sus particulares usos y costumbres. Finalmente se pactó este convenio o se sortearon entre ellos los territorios disponibles, en virtud de los cuales los vándalos asdingos fueron al interior de Callaecia, Lugo y Astorga, y los suevos al exterior de ella, hasta el mar. Los alanos a la Lusitania y parte occidental de la Carthaginense, y a la Bética los vándalos silingos.

Rutas de penetración de los germánicos

Pero el período de relativa calma reinante en la península como consecuencia de estos acuerdos se vería interrumpido al volver por sus fueros el Imperio, una vez vencidos los usurpadores y reestablecida la autoridad en sus dominios.

El rey Walia (415-418), organizará una expedición al norte de África, con el objetivo de liberarse de la dependencia de Roma en cuanto al suministro de víveres para su pueblo. Pero el fracaso de esta expedición, al ser destruída su flota por un temporal, será un episodio negativo más en la aspiración visigoda de establecerse permanentemente en aquella zona. Ante esta situación, se verá obligado a pactar con Honorio el servicio de su ejército como tropas auxiliares de las romanas, a cambio del suministro de trigo. Dentro de esta alianza, luchará por la reconquista romana de Hispania atacando y ocupando zonas de mayor riqueza. Aniquilará a los vándalos silingos de la Bética y a los alanos de la Carthaginense y la Lusitania.

En el período comprendido entre 425-426, llegarán los vándalos al litoral mediterráneo rechazados por los suevos tras un feroz enfrentamiento. Profundizarán en la Bética para saquear Sevilla, atacando, quizás por mar, Cartagena y la costa levantina. Su intento de dominar el Mediterráneo, no se verá coronado por el éxito, y la flota tras abordar las Baleares, sólo ejercerá acciones de piratería. Bajo la presión de godos y suevos retroceden los vándalos hacia el sur, sembrando la desolación a su paso, para cruzar el estrecho y conquistar en el 429, la zona norte de África.

En la otra orilla de la llamada Mancha mediterránea, concretamente desde Túnez al estrecho, ejercerán su dominio hasta el 533. La confederación germana en Hispania, ampliará su territorio conquistado sucesivamente, conquistando Mérida, Galicia, la Bética y Lusitania.


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Asoc. Cultural Mastienos, Cartagena. 1999-2002