LAS ACUÑACIONES PÚNICAS

Carthago, fundación de Tiro en el siglo VIII, acuñó moneda en su propio territorio, pero también Sicilia, Cerdeña y España, imitando en sus emisiones a las griegas.

Hay que tener en cuenta, que Quart-Hadast fue fundada en el 229-228 a. C. y conquistada por Escipión en el 209. Es decir, que solamente durante 20 años pudo emitir moneda, que alcanzó cantidades considerables exigidas por las necesidades de levantar un ejército y una flota y favorecidas por la riqueza de los yacimientos argentíferos de la sierra.

Durante esta época, Cartagena fue la cabecera política, militar y económica de un verdadero Estado regido por poderes personales que llegarían, en el caso de Asdrúbal, a una situación muy semejante a la monarquía, a la que no sería ajena su boda con una princesa ibérica.

No han cesado aún las discusiones sobre el lugar de fabricación de las monedas carthaginesas, y no deja de extrañar la sistemática oposición a que los bárquidas acuñasen moneda en Hispania, a pesar de la riqueza de las minas de plata de Cartagena y Córdoba y de que muchas de sus piezas se hayan encontrado preferentemente en el sur y levante de la península y de la especial situación de poder personal de sus generales.

En la iconografía se conservará la simbología griega en simbiosis con al púnica: la cabeza de Aretusa siracusana se asociará a Tanit en el anverso, sustituyéndose en el reverso las clásicas escenas helenísticas como la cuadriga guiada por la victoria alada por el león, el caballo y la palmera.

Moneda carthaginesa. Tanit en el anverso y un equino en el reverso.

La metrópoli carthaginesa inicia sus emisiones con oro, siguiendo el sistema monetal semita, y más tarde aparecerán sus monedas de plata bajo la forma de tetradracmas. Se destinan principalmente para pagar al ejército, como se indica a veces con la inscripción campamento. En Quart-Hadast, a parte de estas acuñaciones, se incorporaron en sus reversos nuevas representaciones como las de naves o elefantes, la nueva máquina de guerra de Aníbal.

Así y bajo la influencia griega, las divinidades carthaginesas se identificarán con las griegas, adoptando sus rasgos físicos, atributos, ropajes, actitudes. Así, la Artemisa de Siracusa se confundirá con la Tanit carthaginesa, Melqart, la divinidad tiria, lo veremos bajo la imagen de Alejandro Magno, máximo héroe helenístico.

El shekel, moneda de plata, con el anverso de Aretusa/Tanit, tocada con espigas de trigo y adorno de joyas, lleva al reverso un caballo parado con la cabeza vuelta hacia la derecha. Un divisor de buen estilo, en bronce, conserva el mismo anverso y reemplaza la figura del équido por su prótomo o cabeza. Otra moneda de bronce con representación de Marte lleva en el anverso una solitaria palmera.

Ambos reversos aluden a la fundación de Carthago por la mítica Dido, princesa chipriota, por ser las señas donde debía construir la ciudad: el hallazgo de un prótomo de caballo enterrado junto a una palmera. En otras monedas de plata aparecerá ya el caballo mirando al frente, y finalmente el reverso de las piezas de Quart-Hadast, quedará ya registrado con un nuevo shekel en el que el cuadrúpedo aparece parado, con una palmera al fondo, en idéntica forma a los de esta ceca. La fase final lo constituirá el cambio de Aretusa/Tanit en el anverso por la efigie helenística de Aníbal.

Las monedas de plata de Quart-Hadast, y muy especialmente, el bello shekel, son sin duda una irrefutable prueba más de la entrada del arte helenístico en la península Ibérica a través de su capital en este territorio.

Monedas púnicas en plata acuñadas en Cartagena

El descubrimiento de los tesoros de Mazarrón y de Cheste, en 1.861 y 1.864 respectivamente, y después el de Mogente en 1.910, permitió establecer las siguientes series de monedas, según sus tipos, valores y estilo artístico:

Aún siendo indudable el gran poder de la difusión de la plata cuñada, la repetición de los hallazgos en las zonas de Andalucía y el Sudeste garantiza que las acuñaciones se realizaron en los territorios carthagineses de Hispania, y aun teniendo en cuenta el carácter militar de las mismas y el precedente de Sicilia, que las batidas entre 227 y 209 lo fueron en Quart-Hadast, Cartagena, la capital política, militar y económica de los Barca.

Las monedas acuñadas por los carthagineses en toda la península, se pueden agrupar en:

Las opiniones de que las cabezas varoniles de los anversos correspondan a retratos de reyes de Numidia y Mauritania se apoyan en el hecho evidente de que tales cabezas se individualizan y diferencian y presentan todas las características de retratos. No obstante, casi todos los autores españoles, supusieron que se trataba de representaciones de divinidades y las que añaden la maza de Hércules (o Melkart), sin importarles que en series sincrónicas unas veces aparezca el dios con barba y otras sin ella.

Evolución de los símbolos de las monedas

Contemplando las series, hay cuatro valores con cabeza laureada y elefante y otros tantos con cabeza desnuda y caballo. Ambas series podrían ser coetáneas y no proceder de emisiones muy separadas, pero aquí existe la misma cabeza para valores distintos, y cabezas distintas para el mismo valor. Si se tratase de dos personajes diferentes, uno sería maduro y barbado, laureado, y el otro más joven, imberbe, con maza o sin ella. Así se buscó en el retrato juvenil la representación de Aníbal joven. Otra hipótesis es que la cabeza imberbe laureada y con maza con elefante, fuera Aníbal joven representando Hércules; y el busto barbudo y laureado con maza fuera Aníbal viejo representando Hércules.

Tras muchas vueltas, se puede deducir que los tres retratos que aparecen en las monedas corresponden a los generales Barca debiendo ser la emisión más antigua la de Asdrúbal, fundador de Quart-Hadast. Así, las sucesivas serían de Aníbal, el cual habría representado a su padre Amílcar barbudo, a sí mismo imberbe. Los bárquidas fundaron en Cartagena una verdadera monarquía como auténticos reyes helenísticos, y al parecer, temían en Carthago, pues gobernaban en España con independencia de la metrópoli. La corriente helenística, llevaría a que los Bárquidas sumiesen atributos de Hércules y siguiesen el ejemplo de Alejandro Magno, y en la península no parecía extraño la divinización de ciertos personajes.

Quedan las monedas con la proa de nave, que podrían haber servido para pagar sueldos a la flota que repatrió a las fuerzas carthaginesas al ser expulsadas del sur de la península, en cuyo caso podría referirse a la entrega de Cádiz por Massinisa a los romanos.


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Asoc. Cultural Mastienos, Cartagena. 1999-2002