LAS NAVES MERCANTES

Un tipo de ellas, son las naves negras imitadas de los fenicios, aunque más evolucionadas. Las naves dedicadas al transporte mercante de la época, han ido mejorando notablemente en cuanto a las cualidades marineras de sus cascos, aparejos, velámenes, elementos auxiliares de propulsión, gobierno, etc..., hasta el punto que permanecerán prácticamente inalterables al entrar en el mundo altomedieval.

Sus redondos cascos, de gran estabilidad, otorgan gran capacidad a las bodegas, mejorando los efectos del centro de gravedad de estas naves. La manga será aproximadamente la cuarta parte de la eslora, es decir, una nave de tipo medio, que aunque se construyeron ocasionalmente otras mayores, respondía a las siguientes características: Eslora de 20/30 m; Manga de 5/6 a 7 m; Calado de 1,5 a 2 m. Debió corresponder este modelo naval al llamado por los griegos gaulus. Era empleada por los mercaderes fenicios y piratas por su capacidad para contener una importante cantidad de botín o carga.

Reconstrucción de dos naves mecantes

Su curva roda terminaba con un adorno zoomorfo, frecuentemente constituido por un prótomo de caballo. A ambos lados de la proa conservaron los óculos u ojos enigmáticos, pieza apotropaica que ya incorporaron los egipcios a sus naves, que tenían la doble finalidad de observar la ruta durante la noche, evitando los peligros, al mismo tiempo que infundían el terror con sus miradas a los enemigos.

El codaste era también redondeado, con un adorno final en forma de voluta o aleta caudal de pez. Siguieron utilizando la vela cuadrada, con su correspondiente aparejo, y, por exigencias de gobernabilidad de su pesado casco, el clásico timón de espadilla, consituído por un robusto remo con gran pala fijado en la banda de babor o izquierda, próximo a la popa. Cerca de ella, sobre el puente de la nave, se erigía el castillo donde buscaban protección los tripulantes en situaciones adversas, sirviendo su interior de almacén para los útiles de a bordo, cocina...

La tripulación de estas naves, raramente superaba los veinte hombres, comprendidos el capitán, armador y piloto, ya que la navegación a vela no requería mayor número de tripulantes.

También había naves de menor tonelaje pero de análogas proporciones y características en dimensiones, aparejos, velámenes, sistemas de gobierno y similares motivos ornamentales, que se dedicaron al comercio de cabotaje y a la pesca de altura. Eran denominadas hippos, por sus generalizadas representaciones de prótomos de equinos en los extremos de sus rodas. Gozó esta reducida nave de gran difusión en las flotillas pesqueras y en las de pequeño tráfico mercantil.

LAS NAVES DE GUERRA

Estaban concebidas para la navegación a remo, único medio conocido entonces para poder ejecutar en cada momento las maniobras estratégicas precisas durante los combates navales, sin depender de la orientación de los vientos. Debido a esto, se tuvieron que construir con una gran eslora, que exigía la mayor incorporación de los remeros. Como consecuencia, la manga era aproximadamente la séptima parte de la eslora.

La popa de las naves bélicas, era análoga a la de las mercantes, no así la proa, que portaba la mayor arma ofensiva de la que disponían, el espolón o pieza afilada de bronce con la que embestían al costado del adversario. En la proa siguieron figurando los consabidos ojos mágicos, junto al montaje para alojamiento del áncora.

Interior de una Petecóntera

El puente iba situado en las proximidades de la proa, sustentando el castillo donde se situaban los arqueros para dominar las cubiertas enemigas o las catapultas en su caso. En montaje a popa iban los mandos de la nave y sus correspondientes alojamientos. Estaban dotadas de dos timones de espadilla, uno a cada lado del codaste.

Estas naves, disponían del velamen preciso para largos desplazamientos o uso en favorables condiciones de viento. Consistía en una gran vela cuadrada aparejada en el palo mayor, hacia el centro, y otra menor, para maniobras, hacia proa. Según el número de órdenes y niveles de remos, se llamaban pentecóntera, de un solo nivel de remos, birreme de dos niveles y trirreme de tres niveles.

La pentecóntera, tenían una eslora de 25/35 m y contaba con un equipo de remo de cincuenta hombres, veinticinco por banda. Completaba la dotación el comandante, segundo piloto y gente de maniobra, en número no superior a diez. El sistema o cadencia de la boga se coordinaba por un flautista.

Reconstrucción de una Petecóntera carthaginesa

La creación del birreme, surge ante la necesidad del aumento de velocidad en estas naves, supuso un aumento del número de remeros, colocándolos en una nueva fila sobre las otras inferiores de cada banda, primando la idea de no aumentar las esloras ni subir exageradamente la obra muerta. Estas naves constaban de 98 remeros por banda y dos timoneles.

Pero el trirreme, fue sin duda la gran estrella de las naves de guerra en todas las flotas de la época. Embarcaban una tripulación próxima a los 200 hombres, con 85 por banda y el resto compuesto por mandos y personal de maniobra. Tan numerosa dotación y las anteriormente citadas limitaciones en cuanto a longitud y anchura de las naves dio origen a la creación de las famosas postizas, suplemento fijado al exterior de las bordas que permitió el desplazamiento hacia fuera de la fila superior de remeros, evitando posibles lesiones producidas por roces entre los próximos compañeros de boga.


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Asoc. Cultural Mastienos, Cartagena. 1999-2002