Terracotas

La carencia de una plástica monumental entre las manifestaciones artísticas de la civilización púnica se vio cubierta en parte por un desarrollo muy significativo de la coroplastia, o plástica menor en barro, vinculada fundamentalmente a las ofrendas y exvotos realizados en los santuarios por los fieles y devotos, o sobre todo, procedentes de las necrópolis formando parte de los ajuares encontrados en las cámaras funerarias como acompañamiento del difunto.

Indudablemente, por los lugares de donde proceden, a estas piezas hay que atribuirles una relación religiosa y cultural, destinadas en todo caso a llenar unas inquietudes religiosas populares difíciles de determinar.

En todo el mundo púnico encontramos una amplísima producción de figurillas de barro, de origen indudablemente fenicio coincidiendo con la tradición milenaria de este arte en la zona del Próximo Oriente antiguo.

Las terracotas representan un tema muy sugestivo, sobre todo en función de la variedad y originalidad de los tipos. Se trata de una manifestación de arte privado, elaborado por una clase artesanal en general poco cualificada, y destinada a cubrir una amplia demanda, por lo que en la mayoría de los casos se trata de productos fabricados en serie. Las técnicas más habituales en los talleres se reducen al uso del torno, con la aplicación de elementos plásticos menores, y más corrientes al uso del molde, que abarataba de forma clara el coste, permitiendo una producción más rápida.

Molde helenístico para coroplastia, hallado en el anfiteatro de Cartagena

En las primeras producciones aparecen más las raíces fenicias, mientras que en las producciones de molde son evidentes las influencias de los arquetipos griegos, como las korai arcaicas. Las figuras femeninas, ofrecen una indumentaria típicamente griega: peplos dórico, algunas suelen aparecer cubiertas con el chitón jónico o túnica fina de lino, con los brazos al descubierto, y encima de estas vestiduras, en ocasiones, llevan un manto más grueso o himation. Igualmente, es propio de las terracotas masculinas el manto corto o chlamide.

El rasgo principal es el esquematismo y la falta de interés por el conjunto con el escaso tratamiento de la figura humana. No se modela la anatomía del cuerpo y no se presta atención a la proporción y a la armonía de las figuras, asociado todo ello a una extraordinaria riqueza de detalles decorativos que se expresa fundamentalmente en el abuso, con tintes de barroquismo, de la representación de joyas y de otros elementos secundarios de la figura como el tratamiento del peinado. Se da un interés mayor por las cuestiones de carácter simbólico que por las formales. Igualmente, el color constituía un elemento importante, aunque se ha perdido en la mayoría de las piezas.


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Asoc. Cultural Mastienos, Cartagena. 1999-2002